Más que volar aquello fue como un aterrizaje forzoso.
Con todo el humo negro y la suciedad del barro bajo la ropa.
Sin alas para el vacío, precipitarnos,
caer como sólo los inertes saben hacerlo.
Ahora soy un rastro de ceniza post-incendio,
más polvo que fuego.
El reflejo de un cadáver en otros ojos.
Dos cuencas vacías como señal de aviso en la mirada.
No busques aquí,
te digo,
que no hay nada.
Recuerdo que apostaba a tocar las nubes,
como el globo abandonado de un niño
que lo ata a la verja antes de marcharse.
Pero floto como un muerto.
Me desvisto de inocencia ante el fracaso
antes de arrancarte la ropa por costumbre.
Y seguro que había otra salida de emergencia con el neón fundido.
Pero deja la emoción en la puerta, por favor - firmamos.
Y, desde entonces,
revolcarnos en nuestra propia medianía se ha convertido
en otro preliminar básico.
Soy la peor versión de mí misma en tus escombros.
Y ahora lleno de mierda todo lo que piso.
También a ti.
Pero cuando se apagan las luces todos somos cobardes.
La bancarrota de quimeras nos llena de acreedores
y yo beso tu boca masoquista
y vuelvo a fingir que no tengo opciones
para pagar mis deudas.
A veces juego a que no nos desconocemos
y me retuerzo como un gato entre mentiras
cuando me acaricias como sólo
puede hacerlo quien no te quiere.
Y entonces tengo ganas de volar.
Me apoyo tras la barra,
con el cristal de algún anhelo
crujiendo bajo las suelas
de los tacones que ya no visto
en medio del charco de lodo
en el que bailamos todavía.
Algunas veces, espero.
Pocas, busco.
El trago perfecto.
Ese capaz de incendiar dudas
como esperanza líquida.
Atosigar gargantas,
dejarnos sin aire
y sin palabras.
Quemar conciencias.
Quemarlo todo.
Pero
tras el último vaso de cerveza,
una nota de suicidio sin remite.
Ni destinatario.
Cuando llegue el trago incendiario
tendremos la boca llena de ceniza.
Y nos pillará,
casi a sabiendas,
con la certeza agónica de los borrachos.
Sin nada suelto.
Y con resaca.
Y es entonces que me viene a la cabeza, como el flash de un móvil frente al que cierras los ojos que, de alguna forma, un blog es eso. Justo eso. Un blog es un apartamento en el centro.
lunes, 25 de febrero de 2019
jueves, 21 de febrero de 2019
De charcos.
Me pregunto si lloverá mañana.
Si después de esta calma vacía,
del confort pasivo,
del colchón apático en el que, cada noche, borrachos de rutina, nos revolcamos
en nuestra propia miseria
y nos dejamos caer
con las manos frías de emoción,
dos besos en acústico
y esa frase susurrada:
"Me da igual".
Me pregunto si habrá tormenta.
Si aparcaremos este cinismo que esgrimimos como escudo y bandera.
Y lo vestimos de fiesta
Y le colgamos la guirnalda del autoconocimiento y, estúpidamente,
lo llamamos razón.
Como si hubiera un puto motivo,
por el que tuviera sentido
dejar de dolernos.
Pero míreme, señor, sólo soy otro de sus peones.
Otra mañana más y otra resaca.
Dígame, señor, cuántos "no recuerdo nada" serán necesarios...
Cuántas copas contadas para entender
que no hubo nada que recordar.
Sigo poniéndome el disfraz que elegiste
aunque no sea mi talla.
Sigo sonriendo por encima de toda la mierda.
Heaven is overrated y qué más da.
Aún mantengo el estilo cascado del whisky,
beso la lona en cada knockout.
Aún me levanto con los ojos morados,
pero nada duele.
Escupo esta basura en vez de versos.
Aún puedo sangrar, señor.
Así que volveremos a vernos.
Yo llevaré la máscara de sonrisa de siempre
y pediré lo mismo de siempre.
Al fin y al cabo,
sólo soy otro jugador más
que apostó todo al rojo.
Perdí, señor.
Pero no pregunte por mi hipoteca de sueños.
Sólo es un día largo.
Y mañana volverá a llover.
Si después de esta calma vacía,
del confort pasivo,
del colchón apático en el que, cada noche, borrachos de rutina, nos revolcamos
en nuestra propia miseria
y nos dejamos caer
con las manos frías de emoción,
dos besos en acústico
y esa frase susurrada:
"Me da igual".
Me pregunto si habrá tormenta.
Si aparcaremos este cinismo que esgrimimos como escudo y bandera.
Y lo vestimos de fiesta
Y le colgamos la guirnalda del autoconocimiento y, estúpidamente,
lo llamamos razón.
Como si hubiera un puto motivo,
por el que tuviera sentido
dejar de dolernos.
Pero míreme, señor, sólo soy otro de sus peones.
Otra mañana más y otra resaca.
Dígame, señor, cuántos "no recuerdo nada" serán necesarios...
Cuántas copas contadas para entender
que no hubo nada que recordar.
Sigo poniéndome el disfraz que elegiste
aunque no sea mi talla.
Sigo sonriendo por encima de toda la mierda.
Heaven is overrated y qué más da.
Aún mantengo el estilo cascado del whisky,
beso la lona en cada knockout.
Aún me levanto con los ojos morados,
pero nada duele.
Escupo esta basura en vez de versos.
Aún puedo sangrar, señor.
Así que volveremos a vernos.
Yo llevaré la máscara de sonrisa de siempre
y pediré lo mismo de siempre.
Al fin y al cabo,
sólo soy otro jugador más
que apostó todo al rojo.
Perdí, señor.
Pero no pregunte por mi hipoteca de sueños.
Sólo es un día largo.
Y mañana volverá a llover.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)