miércoles, 27 de marzo de 2019

Los años no vuelven - Parte 1

Quizás por su aire de chiquillo esquivo,
O esa mirada de trucos a medias
y versos tristes.

Para alguien que renace todos los días
centellear con tan diversos colores del espectro de humores
no es más que otro laberinto de falacias.

Podría, sin embargo,
con la amalgama de sonidos envolventes,
los suspiros que cuelgan de todo lo que no dice,
o el interlineado elástico cuando su vejez habla
y, para no repetir, escucho.

Pero callar es otra forma de marcharse
y yo riego los silencios en la tierra estéril
de cada hasta luego con el que me siembra.

Quizás baste el tacto sólido en cicatrices,
la indefensión por embargo de realidades,
o la mueca absurda de sueños cuando sonríe 
y, otra vez pícaro y joven, 
pide permiso para volar a cierta altura.

Me disculpo con los ojos,
por el lodo en las alas y el peso en los dientes
cuando me flanquean sus dos abismos
y pienso en el suicidio de emociones con preaviso.

Y juro que le mordería un par de inseguridades
antes de quitarnos la ropa interior.
Pero tengo los versos escritos en ausencias de pasados. 
Condicionales condicionados
en la métrica de todo lo que ya sé cómo
no acertaré a decir.

Y quizá por mí es que le digo que se marche.
Y quizá por él es que lo hará.
Sea como sea, quédate un mientras.

Niño bipolar, 
a veces cuando ríes
el olvido ríe contigo.

Y eso es más que suficiente. 

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