A ti, que acabas de llegar, seas quién seas...
Si parpadeé dos veces,
¿Por qué cerrar ahora los ojos?
Podríamos sentarnos sin mirar el reloj.
Quizás contarte lo bonito que es este lugar cuando dejas de seguir el frenético ritmo que impone
y te sientas a observar la vida.
Podríamos reír sin motivo y con café,
después debatir si las nubes saben a humo
y sumar segundos contándonos los miedos
además de los lunares.
Podría cogerte la mano y soltarla rápido.
Así, un instante cualquiera,
como por accidente.
Mientras la magia flota en el aire
y nadie quiere respirar demasiado.
Podrías besarme algo más que los gemidos.
Acariciarme las ideas,
morderme una o dos inseguridades
y ver cómo me tiemblan las piernas
cuando al final sales de la cama.
Y una noche de tantas
en las que el tiempo se para
podría mirarte los ojos
en vez de los defectos
en vez de los defectos
y encontraría que,
quizás,
lo que te hace humano pueda cambiarme por dentro.
Podríamos quitarnos la indiferencia antes que la ropa interior.
Y ahogarnos en la falta de alientos,
de correr
sin otra dirección
que la de seguirnos.
Podría desatar la verborragia,
Decirte que no me faltan las ganas de ensuciarme las manos,
de meterme en el barro,
de hacer todas las cosas que, tarde o temprano,
podría hacer contigo.
Porque, ¿sabes?
podríamos rompernos los esquemas,
Arriesgar el orgullo de sabernos inciertos
y todos los disimulos cuando pasas
y sabes a camino sin meta,
sin etiqueta,
sin después.
Pero con mañana.
Podríamos,
en este ir y venir de sueños,
conocernos, reconocernos,
reinventarnos
y apostar.
A la iniciativa sin leyes,
a los saltos sin cuerda
y, en algún loco momento
de toda esta locura...
¿Quién sabe?
Podríamos incluso
elegir volar
con todo el vértigo que eso conlleva.
Que nadie se rompe la rodilla desde el sofá es un cuento que conozco desde la primera vez que nos besamos.
Y, ahora que lo pienso,
podría partirme un par de huesos.
Porque,
a fin de cuentas,
podrías marcharte.
Y, todo esto que te cuento,
de que los besos de algunas bocas...
O de tu olor a acierto,
y esa cosa tonta,
de que aún cerrando la persiana
esta resaca siempre tenga
pronóstico de sol.
Podría ser sólo el calor.
Un huracán arrasando ilusiones.
Como anunciando el final
de tanta primavera.
Porque, cariño,
podríamos llamarlo amor...
...Pero podría
no ser más
no ser más
que otro error cualquiera.
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