lunes, 22 de diciembre de 2014

Errores Ortotipográficos



"Les contaré un secreto: no leemos y escribimos poesía porque es bonita. Leemos y escribimos poesía porque pertenecemos a la raza humana; y la raza humana está llena de pasión. La medicina, el derecho, el comercio, la ingeniería... Son carreras nobles y necesarias para dignificar la vida humana. Pero la poesía, la belleza, el romanticismo, el amor... Son cosas que nos mantienen vivos".

El Club de los Poetas Muertos.


Debiste nacer en cursiva,
o eso cuentan los espacios en tus versos.
Y es que eso del subjuntivo en presente
Tenía su lógica cuando lo mencionabas tú.
Por tu causa aprendí a leernos entre líneas
cambiando tabulaciones por tribulaciones.
Y le di estilo a un párrafo no predeterminado
Para justificar mejor los hechos que escribimos.
Le serví sangría (francesa) en vaso a los suspiros
Y ellos se rompieron besándonos las comas…
Pausándonos la cama.
Aislando en predicativo
Todo lo demás.

No puedo culpar al enunciado que redactaste
Por subrayar en negrita tanto olvido.
Supongo que fue cosa de malseñalar los puntos(y aparte).
Y toda esta estupidez de bibliografía
Que en realidad nunca leímos demasiado.
Y es que teníamos esa cosa de los verbos
Ya me entiendes, toda esa mierda del imperativo (categórico o no)
Y de olvidarnos los sujetos en el interlineado.
Fue bonito, digo.
Aquello de los puntos suspensivos.
De los seguidos.
De los con coma.
Hasta el final.

Debimos dejarnos las definiciones.
Y disfrutar más de la lectura.
Por si te consuela, aún tengo una copia del guión de esta locura.
Sigue teniendo faltas, como siempre.
Yo, mientras lees voy borrando.

La guardé en modo edición.
Por mantener  la inspiración...
Continuo escribiendo sobre cómo era aquello.
De arrancarnos la piel a bocados.
Y quemarnos las teclas en los dedos.

Follarnos en mayúsculas.
Besarte entre comillas.
Sonreírme en los guiones.
Y quererte.
Como siempre.
Con faltas.

En todos tus paréntesis. 









sábado, 20 de diciembre de 2014

Cosas de Narnia

4 a.m. de una noche estúpida. El exterior es una mierda y el frío nos está congelando los huesos. Pero aquí seguimos. Suena la música y apareces tú.

Y preguntas lo que no esperaba. Entre risas te desmiento los hechos. Y más risas. Y te estoy viendo pasar los pensamientos. Tú deseas que te engañe para seguir mirándonos así. Pero aquí hay otra mirada mucho más cómplice que te estás perdiendo.

Y de repente lo entiendo.

Y de repente me pregunto qué pasaría.

¿Qué ocurriría si supieras el ardor que hallo en su melena...
Si olvidáramos prejuicios. Si te dijera que sus piernas cuentan muchas más historias que tus brazos?

Que en el calor de su regazo, 
demostramos que hay mil maneras
de retarle la luz a las mañanas
Para que se queden quietas.

¿Me mirarías así si supieras, 
pensarías igual si te contara 
que son varias madrugadas
despertando en sus caderas?

Me pregunto...
¿seguirías hablando de mis ojos...
si vieras lo que hay grabado en sus pupilas?

¿Habría más elogios o más cercanías
habría mañanas de mediodías
si obviamos las mentiras 
y confesamos los antojos?

Seguramente no.

Pasaríamos de esta charla vana a esa mezcla deseo-depravación
que ya he visto tantas veces.
Pensarías sólo en la cúspide 
de las fantasías y el porno duro.

¿Qué coño le voy a contar yo de pasión a una mente dormida?

No lo entenderías. Así que no te sorprendas si no quiero tu número. Tú tampoco querrías el mío si me conocieras. 

Y sólo puedo pensar... Qué pena.
Muchas cabezas cerradas para tanta bragueta abierta.

martes, 16 de diciembre de 2014

Pues vaya

Siempre me pierdo en el camino de vuelta. Es algo que simplemente ocurre, no sé cómo, no sé cuándo. Durante dos años he caminado cada día un ida y vuelta al mismo sitio y en cada vez, así como de repente, nunca estaba dónde debía. 


Al cabo de un tiempo le encontré el gusto a eso de perderme. Pero el bus se iba, la noche era larga, llegaban las prisas...

Y hoy, que venía de alquilarme un hogar en el centro dónde guardar más que palabras. Hoy, que tomaba decisiones y visiones que no esperaba. Hoy voy y veo la calle y miro al suelo. Y me doy cuenta de que no era ésa. Siempre voy por ahí y siempre acabo donde no sé dónde estoy.

Y recuerdo que la mía, la de ida, tenía adoquines. Y qué ironía que nunca me haya dado cuenta del punto exacto en el que giraba. Siempre mal, a la izquierda.

Vaya. Después de dos años... Fíjate, lo he encontrado. Y he sentido esa sensación agridulce.

Qué satisfacción subsanar por fin el error.
Qué lástima no poder perderme nunca más.


Qué ironías tiene la vida. Y qué detalles hechos casualidad. 

 PD: Acabo de meter una galleta en el cenicero. Y luego me pregunto por qué me pierdo.

lunes, 15 de diciembre de 2014

Tenemos juego

Bienvenido
al parchís de los tequieros 
de tablero y comodín.
Al scrabble de versos y de besos
Que se juegan en tu cama
Dónde sólo obtienes fama
Si te marcas un all-in.

Veo tu apuesta y subo veinte,
A que te estás contando veintiuna
y sólo te has comido dos.
Fíjate bien que de repente
igual te olvida la fortuna
y te estoy viendo el farol.

Cuidado con el monopoly,
que persigues las más caras
y me estoy quedando las demás.
Como caigas no hay banca 
que te salve, 
de hipotecarte 
al menos la mitad.

No uses trampas de palabras.
Que no se de dónde vienen.
Ni a dónde cojones creen que van.
Ni tú tampoco.

Pero espabila en los va-y-vienes
Que este póker de ases 
Me está sabiendo a poco.

Juégate las de la manga 
-las he visto-  a la escalera de color.
Que tengo preparados los dados,
Por si de jugar atamos
las cartas al colchón.

Al final todo es cuestión de inspiración.

Pasemos al ajedrez entre las sábanas,
dónde cada movimiento 
nos abarcará una decisión.
¡Espera, espera, son las reglas!
Despacito.
¿No te dije que eras un peón?
Se me olvidó. 

Cosas del calor.

Pero ya sabías que este révolver no era fino.
Que más bien era un cañón.
Y venías con mal destino y desatino.
Se te olvidó quién era el asesino
si hay cadáver ya se ha perdido entre el montón.

Así que no me vengas con heridas de ego.
Que al final siempre terminamos en el Cluedo.
Y aquí nunca pierdo yo.

Ya empezamos la revancha.
Reanudemos la partida.
Que yo también lo veo.

Que lo acepto, cielo.
Tenemos sexo.
Tenemos fuego.
Tenemos juego.

Pero sólo tenemos eso.

¿Cómo va el marcador?

Mujer de poca fé

Me agota este agitar de nimiedades, 
el ir y venir de las mentiras.
Creer un poco menos cada día
y esta costumbre mía
de dar portazos en la esquina de una iglesia
para que me engañen 
y me inviten a rezar.

Me cansa el vacío que me alcanza,
cuando me descubro repitiendo 
esquemas prefijados
prostituyéndome los versos y las manos, 
Intentando evitarme las verdades 
Intentando confundirme
Un poco la soledad.

Me hastía el licor de sinsabores
Que destila el olor de las palabras
cuando el silencio guarda tanto
que la piel se vuelve enredaderas.
Y tiembla y se congela y se hace extraña.
Mientras ellas, que se debían ciertas...
Ya casi no hablan.
Ya no dicen nada.

Y sigo así, como este texto me desvío.
Un intento vano de belleza estéril.
Manteniendo la forma y la postura
y el genuino toque personal.
Pero siendo mentira y fachada 
de piso céntrico y cosmopolita.
De ventana donde se desquita
algo más que un polvo en la persiana.

Qué desapego ensuciar de barro las mañanas. 
Vender baratas las entradas.
Vivir en madrugadas.
Realojar la inspiración en varias camas.
Alquilar la diferencia y, de forma indiferente, 
cobrarla a precio de consumidor.

Qué de sueño. Qué de frío. 
Qué aburrido.
Llega el invierno y ahora entiendo
que era aquello que contaban 
de no querer abandonar la cama.
Para no tener que despertar.


Y sólo son las ocho y sólo es 15 de Diciembre...
Y pronto llegan las luces de Navidad.
Pero aunque soy atea y descreída
déjame que hoy me confiese.


Que sé que aún (nos) quedan muchos días...
Lo que no sé es si me apetecen muchos más.



sábado, 13 de diciembre de 2014

Repásate el guión que tiene faltas


Nos saltamos los términos y condiciones de uso sin mirarlos.
Esa casilla en blanco de los besos
Que desabrochamos sin pensarlo.
Con los dedos, con las manos
Con las yemas de los labios.
Y firmamos.
O no lo hicimos.
¿Hubo contrato?

Si lo hubo me borré todas las cláusulas.
Es normal que me persigan.
De esa forma que sólo no haces tú.

Si pretendías llenarme de 
estómagos, yo ya ayunaba.
No son días en el desierto.
Ni hay cuaresma
si te tocas.
Y me acaricio
la humedad
entre mis quejas.

Qué de hambre voraz en tu entrepierna.

Espero que no mueras. Entretanto,
hay más ADN tuyo entre mis versos que en los besos que he prestado.
Que te alquilo. 
En los ojos de otra y otros. 
Que no me beben en cervezas. 
De ahí que no me encuentren la resaca. Ni la vean. 

Les digo que no teman. 
Solo me quemo en tus esquemas. 

Y no se me arrancan las ganas del 
vacío mojado de tu infierno.
Y llega el invierno.
Y pienso en qué coño hago si me sacas.
A pasear entre las sábanas.
A ver cómo me salvas.
Malditas las horas, los relojes y las mañanas por retenerte en cada instante.
Y yo que desde que llegaste
tengo un "no pares"
como emblema
para mi esquela personal.

Mándala a un diario cutre en una de estas que nos matamos.

O se me desangran de una vez los agujeros. 
Del chaleco pro-balas. 
Que aún no sé cuándo decidiste
dispararme a quemarropa.
Mientras jugaba a la ruleta rusa
con tu revólver de palabras.

Y vas y no mueres, qué putada.

Calcula el calibre en la recámara 
que vamos tirando de agonías.
Y enganchamos con las ganas.
Miénteme los versos entre besos 
que cualquier día
nos follamos un poema.
Y entre llaves que se cierran y abren puertas.
Nos olvidamos de la cama.

Desátame una noche y guárdala otras dos semanas.

Niégame tres veces de madrugada
Reinventa  la religión.
Árdeme una iglesia entre las piernas. 
Tira la primera piedra,  pecador. 


Que yo te rezo de rodillas.
Mientras me enredas el pelo
y nos perdemos los dedos.
Y las huellas dactilares
trazan un mapa conocido. 
De cuentos y descuentos.
De homicidios
narrados a un colchón.

A ver si aprendes el camino de vuelta y no el de huída.

Ahora agárrate el alma, que vienen curvas
más profundas que mi cuerpo.
Te las presto.

Te invito a que te engañes y me ganes. 
A que lo intentes, te reto.
Puto ego que nos explota 
en esta guerra de armas falsas.
De vicios en granadas.

Deberías atarme las entrañas.
Que en esto que les estás abriendo
jaulas
se les están saliendo alas.
Y se nos vuelan. Y se nos comen.
Y se nos largan.
Y tú no quieres que me vaya
Por más que tú te lo repitas.

No me fuerces las despedidas.

Que vas sumando cadáveres en palabras.
Acércate sin balas.
Déjate los tanques en entradas.
Qué aún llevo una kalashnikov bajo la falda.
Por si nos hiciera falta.

Para matarte si me matas.
Para matarme si me atas.
A tu voluble voluntad de hierro. 
A esa lujuria de fuego y alas. 


domingo, 7 de diciembre de 2014

SOS a la cordura, para que vuelva

Y es que ellos no lo entienden.
Mira,  otra vez reduzco las palabras
a una excusa para hablar conmigo.

Y siempre lo dirijo a ti,
que no eres nadie.
Porque gritar sola,
y en silencio
es de esquizofrénicos.

Y ya estoy bastante loca.

Que siempre fue un experimento,
de vivir intensamente.
A lo kamikaze emocional,
para no quedarme muda
y poder contar un día
que sé lo que se siente al consumirse
y no que me frustré evitando
el vacío que llega pronto - con sigilo, se me cuela-
y ahogo un poco por las noches.

(Ya confesé, que quería saberlo todo.
Lo que olvidé contarte
es que siempre fui yo
quien no supo suficiente.)

Que si averiguase que no siento,
ni la mitad de lo que escribo - no de forma permanente -
que aprendí a hablar
sin miedo
para nunca decir nada
y que pienso que en mi mundo
no hay espacio para más...

Ay, Dios. Qué frialdad más absoluta la que a veces me disfraza.
Puede que yo sea la psicópata y no él.

Pero es que yo también me deshice a mi manera,
y sentí más de lo que pude. (En el fondo, creo que puedo)
Ya escribí sobre la angustia
la desesperación
y las dudas.
Y me borré de los textos muchas veces.
Para no encontrarme en personaje
Y quererme un poco más.

Ahora evoco por momentos,
evitar la indiferencia.
Otras la abrazo
y me escondo en el cuarto de mi misma - mi piso, de ahí viene-
en el que la piel no se te eriza 
para no querer de más
ni sufrir de menos.
Intento encontrar ese punto en el contexto,
en el que el fantasma
de una gran persona (yo también me lo repito)
que existió (aún no sé si lo soñé yo, o es él el que me sueña)
demuestre que es real.

Y duele que te cagas,
que te ahogas
unas horas.
Y alegra la vida
por momentos.

Pero se van dejando ausencias. 
Y es por eso que autodestruirse está de más.
Y nunca fue un término exacto. - más exacto fué perderse -
No es que finja enteramente,
es que igual sí que entendí
lo de (des)enamorarse por instantes
y perder el norte un rato.
Que en el sur tengo un desierto
al que siempre puedo recurrir.

Asusta tanta brújula.

Sólo quería que supieras,
y este es el texto más sincero - de ahí la patada al estilo -
que no he escrito - más bien pienso -
a ti, o a mí.
Que quizás tenía que aceptarlo
que en el fondo,
y aunque nade entre aguas turbias
y me ahogue en tus despojos
me mantengo siempre
y sin quererlo
jodidamente sola
Malditamente a salvo.

Que gano más en hastío que en desvelo.
Y el insomnio es para no soñar.
Qué malo es desconocerse.

Yo quería que durara,
Lo de sentirse vivo
Y al final agoté la sensación.

Con suerte voy y la recupero.
Con mucha va y se queda.

Prometo que un día,
Intentaré cortar las cadenas
Que me atan a este frío
y dejaré que entres
a llenarme la vida un rato.

Pero ese día no es hoy,
ni mañana.
A ti, ahora te hablo,
para decirte
que ya te lo dije.
No me salves,
que no hace falta.
Me estoy jugando el pellejo
para ver si se deshoja.
Quédate que te lo presto.

Déjame que juegue un tanto
y me queme de cuando en cuando
a ver,
si en medio de todo esto
se me despierta un poco el alma -ya ha dormido muchos años-
y dejo sitio para no querer a ratos
Le hago un hueco a los recuerdos
y guardo un algo para siempre.

Que no me asusta quererte,
ni a ti,
ni a nadie.
Lo que me provoca pesadillas
lo que me sufre al despertarme
es lo poco
lo fácil
lo sencillo
que sería
simplemente
olvidarte.

Y recordarme una vez cada dos años.


Que en esta estación llevo toda la vida
y he visto partir demasiados trenes.
Y aquí sigo, esperando
a que uno pare más de un mientras
y se quede.
A esperar a que me encuentre.


Provócame un poco
las ganas.
Que igual estoy equivocada
y me miento a ratos
quizá en el fondo
necesito sólo que me empujen.
Igual sí quiero que me salven
Un poco del vacío.
Quizás sólo que me acepten.
Venga, pega fuerte.

Déjame sin aire y sin palabras.- Y sin besos, gástalos -
Hazme daño, quiéreme con todo
y córtame la verborragia.
Y si funciona,
si lo consigues
déjame
simplemente
que te de las gracias.



Qué me vas a contar a mí de religiones.
Esto sí que fue un acto de fe.

sábado, 6 de diciembre de 2014

Nos vemos por la ventana.



Se te olvidó mirar
a través de las palabras.
Leer entre líneas.
Se te olvidó que yo no podría (no mucho tiempo)
Acostumbrarme a verme en las mañanas -
Y desarraigar las noches, 
como si no existieran –
Que no podría esconder el fuego
siempre debajo
de las faldas
de una mesa de camilla.
O dejar que los grilletes
-demasiado suaves-
me atasen las muñecas a tu cama.
No más de algunas horas.

Se te olvido que no.
No podré agradecer.
Ni querer.
Ni soportar la compañía.
Tan constante.

Porque, en algún momento
y de alguna forma.
Siempre elegí quedarme sola.
Para no ver con mis gafas de pueblo.
-que sin ti no lo son tanto-
como pasan
y pasaban
tan lentas
tan rápidas 
-exactas-
las horas.
Prefiero reinventarlas.

Ya predije anteriormente
que tu mundo y mi mundo,
dejarían poco a poco de acercarse.
Para separarse violentamente
como un huracán temprano.

No creíste que anunciase un
hecho.
Olvidaste lo poco que permanece en el aire 
el calor del verano
y que yo
prefería 
que prefiero-
como lo hace el viento,
cien inviernos.

Entiende que no puedo,
ni podía.
Amarrar tu sombra a mi cintura
o llenar
de expectativas
las dudas vanas.

Que no me podría ver el mundo
con tus ojos.
Miopes al fin y al cabo.
O sujetar,
sin fuerzas y sin ganas,
tus recuerdos a mi espalda.
Yo ya tenía una maleta.
Quizá dos.

Que no es que no quisiera,
-que no quería-
es que no puedo
perderme en tus palabras.
Yo,
que siempre escribí las mías.

No, no sé vivir
a través de un buenos días.
Atragantándome el futuro
con las premisas del mañana.
Ni perder las buenas noches.
Las madrugadas
de humo de recuerdos
de calor en las entrañas.
Ese que es más que un orgasmo.

No,
en definitiva y sin dudas.
No podría amar a nadie
si amar significa la renuncia
de la solitaria idea lejana
de mirar de frente a la osadía.

Y palparla.

De unas vistas
aún mas solas
más lejanas
más vacías.
Desde algún tejado frío.
Tan solo.
Tan lejano.
Tan vacío.

En algún piso con ventanas.





x


martes, 2 de diciembre de 2014

A Flat In Downtown

Hacía tiempo que no sentía este nerviosismo. Supongo que con el tiempo uno se acostumbra a las relaciones sociales, a las presentaciones y despedidas . A los dos besos de cortesía. Poco a poco desalojas la vergüenza y asumes que las opiniones ajenas deberían chuparte un pie, u otra cosa. Y sin embargo, fíjate, qué miedo insano y qué tontería pensar que miraré a los ojos de alguien que lea esto. Qué histeria más estúpida no saber cómo presentarse por escrito, así, ante tanta gente que pronto me parecerá poca.

Y es que en el fondo, tener un blog acarrea muchos miedos y entraña unos cuantos riesgos. Miedo a que te miren y el riesgo de que no lo hagan. A que te vean, por dentro, sin escudos. Más terror aún si encima lo que ven no es lo que tú creías y van y te lo presentan así, sin más, en forma de espejo cruel que te hace ver más gorda o más bajita, reflejando tus inseguridades. Y qué inseguridad más grande es, la que surje cuando piensas en que ése y aquel, esos a los que a veces engañas, tendrán una puerta abierta a tus verdades. Una concedida, pero sólo a medias. No puedo sino reconocer abiertamente que, pese a desear un lienzo en blanco donde pintar mi vida (y dejar de atosigar a mis amigos con la verborragia de quién no deja de pensar), pese a querer compartir  un poco de locura y volcar en algún sitio esa rabia tan honda que siento a veces.... Pese a todo esto, qué miedo me da tener un blog.

Cuando planteé esta absurda idea (muy poco absurda en mi opinión), un amigo comentó con la sorpresa de quien es valiente y no teme al rechazo - ¡Por favor! ¡Sólo es un blog! – Qué fácil desde sus ojos, pensé yo. Y entonces caí en la cuenta de que era cierto, en realidad no era más que eso, no para cualquier lector. Sin embargo, algo en mí seguía dándole vueltas al concepto, con más miedo que prisa, con menos entusiasmo que necesidad. No era un blog, no lo era. Era algo más profundo cuando te pertenecía, más íntimo. Era esa puerta trasera que se queda abierta sin querer una noche de verano, en un descuido. La verja del jardín que nunca cierras, la casa sin cortinas. Era esa ventana que olvidas que existe y por la que te espían los vecinos. No, mucho peor que eso. Era tener un baúl escondido sin candado, uno que guarda todos tus secretos. Ese que se queda ahí, mudo y polvoriento , con la esperanza de que alguien albergue interés en abrirlo, con miedo absoluto a que cualquiera lo abra. Porque en un blog no controlas quién lee qué, ni cuándo, ni sabes qué demonios estarán pensando en ese instante. Convives voluntariamente con las opiniones ajenas, con la indiferencia, con la atención indeseada, con otro montón de bloggers que se manejan mucho mejor que tú en este mundillo y te hacen sentir pequeño. Haces todo eso mientras tu vida pasa por él, probablemente inadvertida. Sabiendo que, de alguna forma y por algún motivo, siempre estará demasiado lleno y siempre seguirá demasiado vacío.   

No, un blog no es sólo un blog. Ni siquiera es una casa, ni una puerta, ni una verja. No es un baúl escondido, porque tú lo muestras. Tú eliges lo que guardas. Es como existir en medio de una gran ciudad, como un edificio corriente en una calle transitada. Ese que convive con otros mucho más bonitos que él, más antiguos y de mejor arquitectura. Ese que seguro que guarda alguna vida, a saber de quién. Ese que pasa desapercibido para tanta gente, mientras alguien recuerda con exactitud el número en el que se encuentra. Ese, el de allí, el que tiene un balcón tan grande que, si ese alguien mira, seguro que te pilla desnuda dentro.

Y  es entonces que me viene a la cabeza, como el flash de un móvil frente al que cierras los ojos que, de alguna forma, un blog es eso. Justo eso. Un blog es un apartamento en el centro.  


A flat in downtown. Qué ironía.


PD: Que nadie se confunda, este blog es para insultaros gratuitamente. Dicho queda.