Siempre me pierdo en el camino de vuelta. Es algo que simplemente ocurre, no sé cómo, no sé cuándo. Durante dos años he caminado cada día un ida y vuelta al mismo sitio y en cada vez, así como de repente, nunca estaba dónde debía.
Al cabo de un tiempo le encontré el gusto a eso de perderme. Pero el bus se iba, la noche era larga, llegaban las prisas...
Y hoy, que venía de alquilarme un hogar en el centro dónde guardar más que palabras. Hoy, que tomaba decisiones y visiones que no esperaba. Hoy voy y veo la calle y miro al suelo. Y me doy cuenta de que no era ésa. Siempre voy por ahí y siempre acabo donde no sé dónde estoy.
Y recuerdo que la mía, la de ida, tenía adoquines. Y qué ironía que nunca me haya dado cuenta del punto exacto en el que giraba. Siempre mal, a la izquierda.
Vaya. Después de dos años... Fíjate, lo he encontrado. Y he sentido esa sensación agridulce.
Qué satisfacción subsanar por fin el error.
Qué lástima no poder perderme nunca más.
Qué ironías tiene la vida. Y qué detalles hechos casualidad.
PD: Acabo de meter una galleta en el cenicero. Y luego me pregunto por qué me pierdo.
PD: Acabo de meter una galleta en el cenicero. Y luego me pregunto por qué me pierdo.
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