martes, 16 de diciembre de 2014

Pues vaya

Siempre me pierdo en el camino de vuelta. Es algo que simplemente ocurre, no sé cómo, no sé cuándo. Durante dos años he caminado cada día un ida y vuelta al mismo sitio y en cada vez, así como de repente, nunca estaba dónde debía. 


Al cabo de un tiempo le encontré el gusto a eso de perderme. Pero el bus se iba, la noche era larga, llegaban las prisas...

Y hoy, que venía de alquilarme un hogar en el centro dónde guardar más que palabras. Hoy, que tomaba decisiones y visiones que no esperaba. Hoy voy y veo la calle y miro al suelo. Y me doy cuenta de que no era ésa. Siempre voy por ahí y siempre acabo donde no sé dónde estoy.

Y recuerdo que la mía, la de ida, tenía adoquines. Y qué ironía que nunca me haya dado cuenta del punto exacto en el que giraba. Siempre mal, a la izquierda.

Vaya. Después de dos años... Fíjate, lo he encontrado. Y he sentido esa sensación agridulce.

Qué satisfacción subsanar por fin el error.
Qué lástima no poder perderme nunca más.


Qué ironías tiene la vida. Y qué detalles hechos casualidad. 

 PD: Acabo de meter una galleta en el cenicero. Y luego me pregunto por qué me pierdo.

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