lunes, 15 de diciembre de 2014

Mujer de poca fé

Me agota este agitar de nimiedades, 
el ir y venir de las mentiras.
Creer un poco menos cada día
y esta costumbre mía
de dar portazos en la esquina de una iglesia
para que me engañen 
y me inviten a rezar.

Me cansa el vacío que me alcanza,
cuando me descubro repitiendo 
esquemas prefijados
prostituyéndome los versos y las manos, 
Intentando evitarme las verdades 
Intentando confundirme
Un poco la soledad.

Me hastía el licor de sinsabores
Que destila el olor de las palabras
cuando el silencio guarda tanto
que la piel se vuelve enredaderas.
Y tiembla y se congela y se hace extraña.
Mientras ellas, que se debían ciertas...
Ya casi no hablan.
Ya no dicen nada.

Y sigo así, como este texto me desvío.
Un intento vano de belleza estéril.
Manteniendo la forma y la postura
y el genuino toque personal.
Pero siendo mentira y fachada 
de piso céntrico y cosmopolita.
De ventana donde se desquita
algo más que un polvo en la persiana.

Qué desapego ensuciar de barro las mañanas. 
Vender baratas las entradas.
Vivir en madrugadas.
Realojar la inspiración en varias camas.
Alquilar la diferencia y, de forma indiferente, 
cobrarla a precio de consumidor.

Qué de sueño. Qué de frío. 
Qué aburrido.
Llega el invierno y ahora entiendo
que era aquello que contaban 
de no querer abandonar la cama.
Para no tener que despertar.


Y sólo son las ocho y sólo es 15 de Diciembre...
Y pronto llegan las luces de Navidad.
Pero aunque soy atea y descreída
déjame que hoy me confiese.


Que sé que aún (nos) quedan muchos días...
Lo que no sé es si me apetecen muchos más.



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