4 a.m. de una noche estúpida. El exterior es una mierda y el frío nos está congelando los huesos. Pero aquí seguimos. Suena la música y apareces tú.
Y preguntas lo que no esperaba. Entre risas te desmiento los hechos. Y más risas. Y te estoy viendo pasar los pensamientos. Tú deseas que te engañe para seguir mirándonos así. Pero aquí hay otra mirada mucho más cómplice que te estás perdiendo.
Y de repente lo entiendo.
Y de repente me pregunto qué pasaría.
¿Qué ocurriría si supieras el ardor que hallo en su melena...
Si olvidáramos prejuicios. Si te dijera que sus piernas cuentan muchas más historias que tus brazos?
Que en el calor de su regazo,
demostramos que hay mil maneras
de retarle la luz a las mañanas
Para que se queden quietas.
¿Me mirarías así si supieras,
pensarías igual si te contara
que son varias madrugadas
despertando en sus caderas?
Me pregunto...
¿seguirías hablando de mis ojos...
si vieras lo que hay grabado en sus pupilas?
¿Habría más elogios o más cercanías
habría mañanas de mediodías
si obviamos las mentiras
y confesamos los antojos?
Seguramente no.
Pasaríamos de esta charla vana a esa mezcla deseo-depravación
que ya he visto tantas veces.
Pensarías sólo en la cúspide
de las fantasías y el porno duro.
¿Qué coño le voy a contar yo de pasión a una mente dormida?
No lo entenderías. Así que no te sorprendas si no quiero tu número. Tú tampoco querrías el mío si me conocieras.
Y sólo puedo pensar... Qué pena.
Muchas cabezas cerradas para tanta bragueta abierta.
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