Nos saltamos los términos y
condiciones de uso sin mirarlos.
Esa casilla en blanco de los
besos
Que desabrochamos sin pensarlo.
Con los dedos, con las manos
Con las yemas de los labios.
Y firmamos.
O no lo hicimos.
¿Hubo contrato?
Si lo hubo me borré todas las cláusulas.
Es normal que me persigan.
De esa forma que sólo no
haces tú.
Si pretendías llenarme de
estómagos, yo ya ayunaba.
No son días en el desierto.
Ni hay cuaresma
si te tocas.
Y me acaricio
la humedad
entre mis quejas.
Qué de hambre voraz en tu entrepierna.
Espero que no mueras. Entretanto,
hay más ADN tuyo entre mis versos
que en los besos que he prestado.
Que te alquilo.
En los ojos de otra y otros.
Que no me beben en cervezas.
De ahí que no me encuentren la resaca. Ni la vean.
Les digo que no teman.
Solo me quemo en tus esquemas.
Que te alquilo.
En los ojos de otra y otros.
Que no me beben en cervezas.
De ahí que no me encuentren la resaca. Ni la vean.
Les digo que no teman.
Solo me quemo en tus esquemas.
Y no se me arrancan las ganas
del
vacío mojado de tu infierno.
Y llega el invierno.
Y pienso en qué coño hago si me
sacas.
A pasear entre las sábanas.
A ver cómo me salvas.
Malditas las horas, los relojes y
las mañanas por retenerte en cada instante.
Y yo que desde que llegaste
tengo un "no
pares"
como emblema
para mi esquela personal.
Mándala a un diario cutre en una de estas que nos matamos.
O se me desangran de una vez los agujeros.
Del chaleco pro-balas.
Que aún no sé cuándo decidiste
dispararme a quemarropa.
Mientras jugaba a la ruleta rusa
con tu revólver de
palabras.
Y vas y no mueres, qué putada.
Calcula el calibre en la recámara
que vamos tirando de agonías.
Y enganchamos con las ganas.
Miénteme los versos entre besos
que cualquier día
que cualquier día
nos follamos un poema.
Y entre llaves que se cierran y
abren puertas.
Nos olvidamos de la cama.
Desátame una noche y guárdala otras dos semanas.
Niégame tres veces de madrugada
Reinventa la religión.
Árdeme una iglesia entre las piernas.
Tira la primera piedra, pecador.
Árdeme una iglesia entre las piernas.
Tira la primera piedra, pecador.
Que yo te rezo de rodillas.
Mientras me enredas el pelo
y nos perdemos los dedos.
Y las huellas dactilares
trazan un mapa conocido.
De cuentos y descuentos.
De homicidios
narrados a un colchón.
A ver si aprendes el camino de vuelta y no el de huída.
Ahora agárrate el alma, que vienen curvas
más profundas que mi cuerpo.
Te las presto.
Te invito a que te engañes y me ganes.
A que lo intentes, te
reto.
Puto ego que nos explota
en esta guerra de armas falsas.
De vicios en granadas.
Deberías atarme las entrañas.
Que en esto que les estás
abriendo
jaulas
se les están saliendo alas.
Y se nos vuelan. Y se nos comen.
Y se nos largan.
Y tú no quieres que me vaya
Por más que tú te
lo repitas.
No me fuerces las despedidas.
Que vas sumando cadáveres en palabras.
Acércate sin balas.
Déjate los tanques en
entradas.
Qué aún llevo una kalashnikov bajo
la falda.
Por si nos hiciera falta.
Para matarte si me matas.
Para matarme si me atas.
A tu voluble voluntad de hierro.
A esa lujuria de fuego y alas.
A tu voluble voluntad de hierro.
A esa lujuria de fuego y alas.
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